Las escaleras de Odessa. El montaje rítmico de Eisenstein.
“El acorazado Potemkin” es una de las obras maestras de la historia del cine.
Para poder còmprender el cine de Eisenstein, hay que entender contexto histórico en el que se realizó la película.
Después de que Lenin se hiciera con el poder tras el derrocamiento del zar Nicolás II de Rusia se hace necesario un adoctrinamiento de las masas. El cine es uno de los principales instrumentos para propagar las nuevas ideologías que trae la nueva revolución. El atractivo que despierta en las masas así cómo las posibilidades que ofrece como objeto persuasivo lo convierten en un aliado imprescindible.
Dese la llegada de la revolución a Rusia, directores y todo el mundo del cine se ponen al servicio de las nuevas ideas bolcheviques.
La dimensión que adquiere este arte propicia que se experimenten nuevas técnicas narrativas y artísticas. Entre los cineastas al servicio del aparato propagandístico, que posteriormente conoceremos como la escuela soviética, destaca Sergei Mikhailovich Eisenstein. El cineasta estaba convencido que el cine era un medio perfecto para inducir una nueva conciencia en el pueblo.
Eisenstein es un narrador de acontecimientos reales, pero los sucesos los mediatiza a través de su mensaje y la censura del gobierno bolchevique. Los soviéticos consideraban que el espectador solamente debía ver el punto de vista del director. Al espectador había que guiarlo siguiendo unas ideas establecidas Las técnicas que utilizaba eran; atraer, excitar y convencer. Eisenstein logra sus objetivos desarrollando una original estética basada en el montaje.
El Acorazado Potemkin narra un episodio real sucedido en 1905, cuando los marineros de un acorazado se amotinan por las malas condiciones en las que viven.
Los marineros reciben en Odessa el apoyo de todos los ciudadanos que se unen a su revolución, hasta que las tropas del zar intervienen disparando indiscriminadamente sobre toda la población. El acorazado finalmente logra que se les una a la causa varios barcos de la armada.
La película está dividida en cinco episodios, todos ellos cargados de imágenes de brutalidad y violencia. Destaca sobre las cinco partes la secuencia que se produce en las escaleras de Odessa por la fuerte carga emocional que desprende.
Es sobre «Las escaleras de Odessa», la secuencia principal de la película y mítica de la historia del cine, sobre la que vamos a realizar un análisis del montaje, Eisenstein demuestra cómo las imágenes montadas de una manera particular y original son capaces de despertar esas emociones.
La visión que el director quiere que el espectador viva en primera persona es la crudeza y brutalidad de las tropas zaristas, que se presentan como una maquinaria casi perfecta de matar, deshumanizada, ante la que nada se interpone. El pueblo se encuentra sometido a ellas por la fuerza.
Los planos de la secuencia están perfectamente estudiados en su conjunto para conseguir un buen paisaje emocional; vestuario, encuadre, movimientos de la cámara y situación de los actores dentro del encuadre. El montaje de esos elementos en los que se mezclan planos generales con primeros planos es un factor esencial de la expresividad argumentativa del film.
En la primera parte de la secuencia, los planos son largos, acompañados por una música que logra que el espectador se oriente y se haga cargo de la situación y del escenario introduciendo la secuencia. Predominan los planos generales, pero están mezclados con algunos planos cortos de menor duración que intensifican más la emoción de la escena por reconocerse rostros y gestos de personas concretas. Algunas de ellas aparecerán en el ataque posterior.
Un texto anuncia que algo va a suceder. Un rostro de mujer con gesto de horror da paso a la parte principal de la secuencia. Las escaleras marcan el escenario. Los soldados del zar aparecen en la parte superior y comienzan su descenso rítmico hasta la parte más baja de las escaleras.
Comienzan los disparos. El plano general, en el que los soldados están de espaldas en la parte superior de las escaleras, muestra el tamaño de la escalera desde arriba del todo hasta el puerto. Tal como nos transmite el personaje sin piernas que se desplaza a toda velocidad.
La gente huye despavorida. Recorrer esa distancia (70 escalones) para una persona con ambas piernas huyendo puede costar segundos, como mucho un minuto, sin embargo, la secuencia dura unos siete minutos, lo cual nos muestra que el metraje que vamos ver no corresponde al tiempo en el que transcurre la acción. Por otra parte, a pesar de que hemos visto el tamaño de las escaleras, la acción en las escaleras, no sigue una continuidad, provocando una sensación que impide saber dónde empieza y termina el escenario.
Durante toda la secuencia, se enfrentan los planos de los soldados, con sus pasos firmes, generalmente enfocados desde un ángulo vertical, con los planos de sus víctimas en el plano horizontal. La vista de los cosacos siempre está rodada con planos generales, se les pueden ver los pies o formando una fila, en ningún caso se ven las caras de los soldados, sin embargo, la gente del pueblo, tiene rostros, cuerpos, tienen expresión, lo que transmite un efecto mucho más emocional.
Las primeras tomas son más largas, se alternan imagen de los soldados dando pasos mientras disparan, con los de los ciudadanos bajando las escaleras a ritmo de huida.
Las tomas tienen una longitud igual, sincronizada por los primeros compases de la música. Enseguida los fragmentos se comienzan a acortar. Los pasos de los soldados ya no coinciden con los compases musicales. Ahora el ritmo se ha acelerado al acortar la longitud de las tomas, el ritmo lo marca la velocidad a la que los protagonistas anónimos ruedan escaleras abajo para huir del ataque. Las víctimas están filmadas desde diferentes ángulos y con planos medios o cortos.
Además de las botas de los soldados y de los individuos que huyen, aparecen de una forma repetida, primeros planos de personajes que muestran gestos dramáticos. Son los testigos de la gran masacre.
En una de las tomas, un niño suelta la mano de su madre al caer abatido. La madre al descubrir a su hijo herido comienza a subir con el niño en brazos las escaleras en sentido contrario al paso de los soldados. La música se para al mismo tiempo que las sombras de los soldados cubren a la madre con su hijo en brazos. El plano mantiene el dramatismo, la emoción y el suspense de los espectadores. Los soldados disparan, la mujer cae. Un cartel avisa de quienes son los causantes del horror: ” los cosacos”
Esta toma de la mujer en brazos con el niño expectante dura unos 20 segundos, tiempo mucho mayor que cualquiera de los planos anteriores que van alternándose con una media de 2-3 segundos.
De la misma forma, la imagen de la madre que intenta proteger el cochecito de su hijo y es disparada por los soldados tiene una duración también de más de 25 segundos en la que también se mantiene el suspense sin perderse para nada el ritmo ni la emoción de la secuencia.
Durante toda la secuencia, las tomas están cortadas y pegadas, entrelazadas unas con otras, de modo que el tempo en el que van sucediendo las secuencias no es interpretable. Un ejemplo es que cuando los soldados disparan sobre la madre y el hijo, desde que la madre comienza a caer, hasta que termina de caer, podemos ver 3 segundos de otro plano en el que la gente huye, se esconde.
Durante toda la secuencia de las escaleras la estructura del montaje es todo el tiempo una repetición.Se alternan las imágenes de los soldados con la de los ciudadanos perseguidos, y se introducen rostros que ejercen el papel de testigos.
El objetivo es repetir el mensaje hasta lograr persuadir y convencer.
En la última parte de la secuencia, el cochecito que cae es el que marca el ritmo. Eisenstein sabe que los espectadores van a dirigir sus miradas y su tensión hacia el coche que cae, aunque se entremezcle con otra toma. La tensión del bebé cayendo logra mantener la palpitación tanto de los testigos que asisten a la escena como los espectadores que asisten a la película.
En esta última parte de la secuencia, se puede ver claramente que el montaje de las escaleras es rítmico, ya que no solamente la longitud de los fragmentos marca el ritmo, el contenido también acompaña. Los cuadros con mayor contendido emotivo son los que marcan el ritmo. Crean una longitud afectiva y eso es lo que logra calar en el espectador.
Lo mismo podemos extrapolar al resto de las escenas de la secuencia. A pesar de que los fragmentos de los soldados descendiendo sean iguales de duración que los de la gente rodando por las escaleras, los primeros planos que presentan el drama tienen una duración afectiva, diferente por su gran carga lírica y expresiva y son los que logran que se mantengan el mensaje incluso al terminar la película.
Eisenstein pensaba que el director debía de controlar las emociones del espectador. Solamente a través de ellas sería posible que el mensaje implícito de la película impregnara en ellos. Para ello, el montaje debía ser una herramienta esencial que fuera capaz de lograr despertar esos sentimientos que debían perdurar en el tiempo.
Esta escena ha sido homenajeada por directores famosos, como Francis Ford Coppola en El Padrino, Brian De Palma en Los intocables de Elliot Ness, Woody Allen en Bananas, Terry Gilliam en Brazil, Peter Segal en la tercera entrega de Agárralo como puedas, George Lucas en su última entrega de Star Wars e incluso en Los Simpson en dos situaciones, en una Homer rescatando al bebe y en otra, con una estética igual a la de la película, con Lisa lanzando a Maggie.
Nos quedamos con los intocables de Elliot Ness
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